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Cuentos de volcanes, hombres y otras cositas de La Palma


              

Los ojos de la lava

- de Carlo -

Dice uno, que la lava es sólo un estado y no contiene más que algo derretido. Vive su existencia, también como todo lo demás, ella nace, se mueve y se trasforma; es apasionada por excelencia y conoce su metamorfosis. En este corto período de vida cumple con una incontrolable deseo de la creación, de la belleza. Quiere presentarse para los tiempos venideros y en algún momento también tiene el ansia de darse cuenta de lo que será en el frío. En ella está el elemento fuego que fluye como el agua. "Quiero verme en movimiento, solo que ¿dónde me hago un ojo? Sus deseos son tan intensos que se compadece su poderosa hermana. "¡Sólo húndete dentro mío y no te solidifiques en el aire! Yo abriré tus ojos, por un rato verás el fluir. Luego encontrarás la tranquilidad en mí y en tanto me sea posible, ¡estaré en ti, estaré alrededor tuyo!" La lava se llenó de profundo regocijó y desaguó en el mar. "¿Qué me pasa, me pongo tiesa, dónde se encontrarán mis ojos? - gritó la lava entre el rugir y el retumbar del vapor del mar. "Sólo espera" - dijo fluyendo el mar, "primero necesitas un cuerpo, luego se abrirán tus ojos, pero ¡solo si tú me entregas lentamente a mi abrazo!" De esta manera la lava se detuvo y sobre sus brasas cubrió de una capa de delicada piel. "Oh"- dijo encantada. Cuando el vapor se había esfumado, miró al azul profundo y el agua fría la cubrió, formándole una vez más una capa sobre su ojo. El mundo marino comenzó a brillar de rojo y azul, entremedio de las capas del tejido ocular se reunían y transformaban los elementos en cristales. Y una y otra vez se cubría el ojo de capas de piel. El resplandor fue haciéndose cada vez más tenue y la tranquilidad se posó sobre una ansiedad satisfecha.
El tiempo no cuenta los años, pero él corre y los ojos cerrados vagan con él en el espacio, allí donde el agua y el cielo tuvieron que alejarse. Entonces en algún momento llegó un hombrecito caminante y se admiró.


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